“Me parece una película
muy lenta,” reclamó furioso un hombre que se identificó como “anarquista” en su
juventud y entró en una fuerte discusión con Jorge Altamira del Partido Obrero
luego de la exhibición ayer en el Centro Cultural San Martín de “Méimon,” un
film-ensayo de Rodrigo Moreno sobre la vida de una mujer doméstica. Para otro
espectador “es una película poética extraordinaria que además logra gran
profundidad.” En realidad la “lentitud” de la película tiene que ver con la
estética del director y su manera de comunicar con el espectador.
Con la excepción del hombre que debatía con el panel--que incluía Altamira y el director--todos los comentarios enfocaron en la poética de la imagen y en la posibilidad de reflexionar sobre la situación del trabajador.
Con la excepción del hombre que debatía con el panel--que incluía Altamira y el director--todos los comentarios enfocaron en la poética de la imagen y en la posibilidad de reflexionar sobre la situación del trabajador.
La
lectura de “El Capital” que hacen en varias escenas un grupo de intelectuales,
puntualiza la alienación que sufre el trabajador en el sistema capitalista y
tiene por fin poner en contexto las acciones cotidianas de la protagonista
(Marcela Díaz).
Ella vive en un barrio
sumamente pobre, con las faltas de servicios básicos que tienen las villas
alrededor de la Ciudad de Buenos Aires, y viaje todos los días en colectivo y
tren, o a pie, para trabajar en las casas de familias ricas o de clase media,
lavando ropa, planchando, limpiando platos, paredes, pisos, baños, en jornadas
sumamente largas y agotadoras.
La
cámara estudia su cara, sus manos, sus pies, muestra el contraste de los
ambientes donde trabaja de su propia vivienda, también enfoca en los medios de
transporte, en las calles repletas de personas, perros, paredes; ramas de
árboles que se extienden, perros que comparten amablemente el agua; la lista de
tareas que le ha dejado el patrón, el dinero y otros objetos de valor que ella
no toca.
Réimon tuvo su premiere
mundial en el Festival Internacional de Cine de Rotterdam, seguido por una
exitosa presentación en la Competencia Internacional del 16° Bafici. Un dato a
tomar en cuenta: Rodrigo Moreno produjo la película por su cuenta con apenas
$34.000 y una ayuda de $18.000 del socio alemán Rohfilm. El exhaustivo detalle
de los costos y contratos de los carteles iniciales parece apuntar a la
intención de mostrar que no hace falta presupuestos millonarios para filmar
películas de calidad.
Es
ciertamente una muy buena película para escuelas y para iniciar un debate
profundo sobre el trabajo, la alienación, la marginalización y la capacidad de
una sociedad de superar estructuras profundamente regresivas.
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