Si Usted
quiere ganar una elección presidencial, tiene que pagar millones para contratar
una agencia de publicidad. Esos hombres y mujeres entrenados en el arte de convencer
le van a indicar qué decir, cómo, cuándo y dónde, le van a mandar a un peinador
y tendrá que practicar hasta el aburrimiento su mejor sonrisa. Los estudiosos
de cómo ganar los votos de Juan y María y José le van a decir si es conveniente
admitir que Usted era Peronista o comunista en su juventud universitaria, que
fumabas majuana, que tiene un amante, que de economía sabe menos que un
estudiante secundario; le van a aconsejar sobre la conveniencia de ocultar o no
los viajes que Usted hace cada verano a Miami, los muchos dólares que tiene
debajo de su colchón…
Dato
curioso. En Argentina, los agentes de publicidad casi siempre son de otro país.
A saber: El gurú de Mauricio Macri es Jaime Durán Barba, de Ecuador; Sergio
Massa ha contratado a Sergio Bendixen, de Perú; José de la Sota en cambio
trabaja con Joao Santana, de Brasil; Daniel Scioli organiza su campaña presidencial
con James Carville, de los Estados Unidos de América y Ernesto Sanz ha llamado
a Ignacio Varela, que trabajó para el expresidente de España Felipe González.
¿Será
por eso que entre las promesas de campaña y la realidad política de las
oficinas y rincones oscuros del poder existe un camino largo, sinuoso y lleno
de abruptos regresiones que para los votantes son mentiras?
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