“En general, me
siento muy cómodo conmigo mismo,” me dice Fernando Sorrentino y yo pienso que
el joven escritor de 72 primaveras tiene
suerte, pues en este maltrecho mundo no hay muchos hombres que pueden decir eso
de sus vidas. Fernando es escritor, ha
sido publicado en español, portugués,
italiano, alemán, francés, húngaro, búlgaro, chino, vietnamés, tamil, kannada y
kabila pero aclara en una entrevista con Jaquematepress que “Tengo sensibilidad para gustar de la belleza poética,
pero carezco del mínimo talento para escribir un poema meritorio.”
Nació en Buenos Aires el 8 de noviembre de 1942, fue
empleado en una oficina, luego profesor de lengua y literatura en diversos
colegios secundarios. En su juventud también escribió poesía pero “destruí mis poesías
juveniles sin culpa, pues no me parecía sensato agregar más fealdades al mundo.”
Bueno,
haber sido publicado en tantos idiomas imagino que…
Estoy bastante conforme con mis invenciones
narrativas. Según dicen los hombres dignos de fe, en mi literatura de ficción hay
una curiosa mezcla de fantasía y humor que discurre en un marco a veces grotesco
y razonablemente verosímil.
Ya
te jubilaste. ¿Es más fácil escribir siendo de
Pami?
No es ni más fácil ni más difícil. Dispongo de un tiempo y una
tranquilidad que antes no me ayudaban. Pero, y nada paradójicamente, tengo también
cierta pereza, cierto desgano… Y pienso también que escribí y publiqué
muchísimo, y no siempre ando con ganas de trabajar y de inventar ficciones. Como dice la sabiduría popular, “los años no
vienen solos”.
¿De dónde viene
la inspiración para tu trabajo literario…? ¿Sueños, caminatas, conversaciones,
noticias, lecturas...?
De todas esas fuentes, y muchas más, y nunca buscándola. El cerebro,
aunque en un determinado momento se está alegrando (como,
por ejemplo, es mi caso) de que Racing haya salido campeón, simultáneamente
funciona como una especie de “aspiradora literaria”, que va mirando los
carteles de la calle y relaciona sus textos y sus errores con otras palabras
que ha leído, y estas, a su vez, con ciertas ideas que tal vez puedan servir
para elaborar un cuento eficaz, etcétera, etcétera.
¿Escribís en la compu, en un bar con lápiz y
un café, con un whisky…, a la madrugada…?
Hace años escribía la primera redacción a mano, luego la
pasaba a mi Remington Rapid Riter y hacía las correcciones con lápiz o con
birome. Pero ahora escribo directamente en la
computadora e introduzco las correcciones y los cambios sin salirme de la
pantalla. Siempre escribo en casa; lo único que necesito es que no haya ruidos.
¿Tenés una
rutina, ejercicios que utilizás para entrar en clima?
Nada de rutina ni de obligaciones de ninguna índole. Escribo cuando tengo ganas de pasar un rato
agradable. Un poco escribo; cuando me canso, hago un alto y me entretengo con
cualquier cosa de Internet: leo el diario, busco informaciones a menudo
inútiles, escucho algún tango en YouTube… Pero jamás me esfuerzo ni trabajo
bajo los efectos del cansancio. Cuando escribo, mi mente tiene que estar,
digamos, cero kilómetro.
¿Cómo ves el estado de la escritura en
Argentina y el mundo hoy?
Carezco de la menor idea al respecto. Yo leo buscando el mero y frívolo placer de
la lectura, independientemente de la época a la que pertenezcan los textos en
cuestión. Podría decir que desconozco casi por completo la literatura
contemporánea… En la Argentina, el autor más joven que he admirado
hasta el límite casi de la idolatría es Marco Denevi, que era veintidós años
mayor que yo.
¿Es posible
enseñar una persona a escribir? ¿Vale la pena ir a un taller literario?
El talento no es una vacuna que se pueda inocular
mediante una inyección. Pero,
si el coordinador es sensato, puede ayudar a los asistentes a, por lo menos,
evitar errores. Lo cual no significa que la evitación del error equivalga, por
sí misma, a la buena literatura; simplemente, la hace menos indigesta.
¿Cuáles son tus
consejos para los jóvenes escritores de hoy…? ¿Para los jubilados que escriben?
Les diría que procuren arreglárselas solos. Que aprendan mediante la lectura y la propia
escritura. Y que se tomen la costumbre de comparar autores. Y, si logran
discriminar entre los buenos y los mediocres, traten de aprender de los buenos,
y no les hagan caso a las opiniones de los críticos ni de los periodistas, que
opinan porque tal es su trabajo, pero que muchas veces nada entienden de
literatura y a menudo hasta la odian.
Contacto: fersorrentino@gmail.com
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