martes, 14 de julio de 2015

"He visto a dios," con dirección de Gabriel Cosoy en el teatro La Ranchería de Buenos Aires

       Las grandes obras de teatro no pierden interés jamás porque ahora o hace cien o mil años los hombres y mujeres de este mundo siguen girando alrededor de problemas que se repiten una y otra vez. La versión de “He visto a dios” de  Francisco Defilippis Novoa que La Ranchería ha subido a su compacto y muy teatral escenario en el barrio porteño de Montserrat  con la habilidosa dirección de Gabriel Cosoy, ha sido recibido calorosamente por el público no solo por la gran actuación del elenco; además porque se percibe algo terriblemente actual en la historia.
       El éxito que la obra “He visto s dios,” ha tenido desde su estreno en Buenos Aires en 1930, detrás del derrumbe económico de Wall Street, se debe no solamente al guion. Ahora como antes el mundo enfrenta la concentración de riqueza en pocas manos mientras la desocupación y el empobrecimiento aparecen como síntomas de una enfermedad incurable. Tanto entonces como ahora, incontables personas buscan mediante la inmigración una solución a las dificultades sociales y económicas que las acongojan.
                       
       El protagonista de la historia es Carmelo Salandra, (caracterizado con gran oficio por Roberto Ibañez) es un inmigrante italiano villano entrañable, simpático execrable, parlanchín cuya meta en la vida es acumular dinero para su hijo Chicho. No le importa en absoluto la ética. Le interesa acumular, como un capitalista sin escrúpulos.

     Dejamos el espectáculo por un momento para reflexionar sobre la actual crisis financiera mundial, pues se trata de ganar dinero con dinero imponiendo condiciones políticas y sociales a los débiles, a los deudores. Quienes hayan prestado millones a Grecia tampoco piensan en la ética cuando piden que el país de la democracia occidental se ponga de rodillas para rogar nuevos préstamos.
            Carmelo aprovecha cada oportunidad sin escrúpulos de ninguna clase para enriquecerse: explota terriblemente a su empleado Victorio, compra objetos de valor (robados) al menor precio posible; es avaro, un usurero impiadoso, violento, despreciativo de todas las personas.
            Pero la obra de Novoa es una curiosa mescla de realismo con toques de grotesco e incluso propuestas que se acercan a acciones melodramáticas. Entonces, invita el espectador a alejarse momentáneamente del mundo actual para reír y reflexionar sobre varios de los numerosos vicios humanos—a saber la codicia y la insensibilidad hacia la situación del Otro. Como las cosas casi siempre toman caminos no esperados, el hijo, Chicho, será asesinado en una noche de naipes marcados. (El padre negó a facilitarle una suma de dinero que necesitaba para participar en el juego.)

            La muerte de Chicho produce un impacto fuerte para Carmelo, tanto que se llena de culpa. De ahí se filtra en la conciencia de Carmelo una cierta conciencia de la ética, incluso de la espiritualidad, de dios, de ahí el título “He visto a dios.”

“He visto a dios,” Sábados, 21 horas, en el teatro La Ranchería, México 1152, CABA. Entradas: $180/ $80. Reservas: 4382 5862. Web: http://www.teatrolarancheria.com.ar

Ficha técnico artística

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