“Yo trabajo desde lo lúdico, sin
sentido, sin buscarle la lógica a nada, sin analizar nada ya que no creo en la
psicología,” dice el joven director, dramaturgo y
guionista Argentino-polaco Alejandro Genes, que cuenta con dos espectáculos en
los escenarios porteños: “La primera vez”
y “El pájaro de fuego.”
--Puede contarnos algo sobre su espectáculo “La primera vez.”
--La primera vez, es el segundo trabajo
que me encarga la Embajada de la Republica de Polonia en Buenos Aires, yo soy
ciudadano polaco. Luego del resultado de la primera obra “Scarlett, mecanismo de amor”
me acercaron un libro con cuatro obras, en esta oportunidad ellos querían
difundir autores polacos contemporáneos, y así fue como di con este texto. La
obra es el reflejo de mi mirada sobre el teatro, y lo que creo sobre la construcción
escénica, ligada directamente con el hecho espectacular, con la idea de show.
--El autor de “La primera vez” es polaco, un país muy
católico como Argentina…tal vez algún link haya…
--Ahora si contamos la historia, el
aspecto menos interesante, se trata de un hombre y su primera relación con una
mujer. Él tiene que ensayar cómo sería la primera vez perfecta según ella, y
para eso él se presta a su juego. Para mí lo menos interesante es lo que cuenta
el texto. Lo que me interesa en el teatro es justamente lo multidisciplinario. Me parece absurdo como la gente se cierra tanto al texto, como si fuera lo más
importante en el teatro.
--El texto es absurdo pero Usted hizo su propia
adaptación...
--¿Otra vez con el texto? Repito, es lo
menos importante.
Si, adapté el texto para traerlo a Buenos Aires y acortarlo un poco.
--¿Cómo fue el trabajo con los actores?
Si, adapté el texto para traerlo a Buenos Aires y acortarlo un poco.
--¿Cómo fue el trabajo con los actores?
--Hermoso y perfecto, es un placer
trabajar con Marienn Perseo y Andrés Giardello. Ellos se complementan mágicamente en escena; él es super técnico, muy preciso,
nunca tengo que hacerle ninguna corrección entre función y función, es como un
actor bailarín; ella todo lo contrario, no mentira, ella tiene la tarea más
difícil que es llevar la acción delirante de la obra bordeando lo clownesco y lo
absurdo, y lo hace a la perfección, es maravillosa. Lo más importante del
proceso fue trabajar con tres personas que no preguntaran “¿Por qué?” Simplemente
hacían, jugaban, se divertían. Eso es muy difícil de encontrar hoy en
día, ya que el teatro está apestado de actores que buscan el sentido, la
lógica, el análisis y la psicología. Y yo justamente trabajo desde lo lúdico,
sin sentido, sin buscarle la lógica a nada, sin analizar nada ya que no creo en
la psicología.
--¿Qué sentido tiene esta obra? ¿Tiene algún sentido para
vos?
--Ninguno. Si quieren el sentido se lo
dan ustedes, con su biblioteca, con lo que hayan visto y estudiado. A mí no me
importa, la obra tiene tres posibles finales y cada uno es libre de pensar lo
que quiera.
--¿Cómo apareció el personaje de la cantante, porque en el
texto ella no está.
--Si nombras una vez más al texto me va
a dar un ataque, voy a salir corriendo por Av. Corrientes hasta el bajo y te
juro que me tiro al río. Así es, en el texto no está ese personaje, y es un
texto sin didascalias, solo está escrito el dialogo de él y ella de corrido.
Ella apareció porque cada vez que monto
una obra, busco trabajar con lenguajes nuevos.
Busco ponerme en crisis con cosas que desconozco para saciar el aburrimiento, para estudiar cosas nuevas y experimentar. Ya había trabajado con músicos en vivo varias veces, con proyecciones en vivo, con proyecciones grabadas, con muñecos, con títeres, con objetos, con máscaras, con bailarines, y ahora quería una cantante en vivo.
Busco ponerme en crisis con cosas que desconozco para saciar el aburrimiento, para estudiar cosas nuevas y experimentar. Ya había trabajado con músicos en vivo varias veces, con proyecciones en vivo, con proyecciones grabadas, con muñecos, con títeres, con objetos, con máscaras, con bailarines, y ahora quería una cantante en vivo.
Así fue que llamé a Antonela Marcello,
para mí, una cantante extraordinaria y una actriz increíble, amo trabajar con
ella. Y la idea era que funcionara de cantante, de directora de escena, de
apuntadora, de manipuladora, de actriz, de servidora de escena, todo esto, al
servicio de mi constante lucha, fisurar el realismo.
--En su espectáculo se trabaja muchos lenguajes. ¿Cómo fue
el armado del espectáculo y cómo es el teatro para Usted? Es decir, texto,
cuerpo, movimiento...
--Para mí una obra de teatro es una
obra de arte, lo relaciono con la pintura. Creo que una obra de teatro es un bastidor en blanco. Y el director es quien
debe conjugar todos los lenguajes para que esa obra sea interesante. Pienso en los colores como lenguajes,
por ejemplo el amarillo son los actores, el azul es el texto, el rojo es la
iluminación, y así con todos. Lo importante es poner a todos los lenguajes en
un mismo plano, para mí los actores tienen el mismo valor que una silla, y el
texto es igual a un pantalón, de ahí parte mi creación. Y así es que por
momentos lo más importante es la iluminación, la oscuridad, el plano sonoro, el
silencio, la transformación del espacio, el movimiento de la escenografía, los
objetos, el texto, los actores, el vestuario, etc. Sería como decidir cuál es
la mejor forma de pintar, con pincel, con esponja, con los dedos, quiero decir,
cual es el mejor dispositivo escénico para no ver dos actores hablando, que tan
de moda está hoy en día en el teatro porteño.
--¿Cómo explica usted el gran auge de actividad teatral en
este momento en Buenos Aires? ¿Para usted cuáles son los aspectos que deben
tener un buen espectáculo y cómo ha de ser el trabajo del director con los
actores?
Del auge no puedo hablar, no me
importa. Solo puedo decir que de las cincuenta obras que veo por año puedo recomendar
dos: “Cinthia interminable” de Juan Coulasso y “Othelo” de Gabriel Chame
Buendia.
Para mí un buen espectáculo debe y
tiene que fisurar el realismo; un género muerto, aburrido, decadente, y
antiguo; estoy harto de ver obras de teatro donde los actores solo hablan, y
los directores únicamente se cierran al texto y a los actores. Eso para mí no
es teatro, es la repetición de un texto, para eso me quedo en mi casa y leo la
obra, o le pido a alguien que me la grabe y escucho el audio.
Hay muchos directores que creen que
dirigir es hacer hablar a los actores y hacerlos mover de un lado a otro del
escenario, sentarse, pararse, gesticular, mirar hacia la derecha, hacia la
izquierda, rascarse la oreja, guiñar un ojo, y tantas otras paparruchadas más
que lo único que hacen es fomentar un teatro muerto.
--¿Cuáles son sus proyectos para el próximo año?
--En abril estreno “Vaticinios” en el
Centro Cultural San Martin, como autor y actor, bajo la dirección de Ana
Alvarado y Gabriel Gendin. Es un proyecto multimedia, una obra de teatro donde
el actor debe manipular la imagen. Y después tengo un proyecto para irme a Roma
a dirigir “Ir y volver e ir”, una obra de teatro que escribí allá el año
pasado.
Alejandro Genes:
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