Las piezas se movieron con cautela ante el pelígro latente, hubo muchas muecas, gritos, barullo descomunal en los flancos, se estudiaron mutualmente, como en el póquer, como en el truco y después de un esfuerzo hercúleo terminaron en tablas.
¿Y ahora qué? A los penales. ¡Cualquier desliz y ay chao esperanza argentina! A la cesación de pagos. No tanto para el Fondo, pues su negocio es ganar sobre las espaldas de los perdedores.
Señores, las diferencias aparecen en los penales. Y en las manos mágicas de los arqueros. Argentina y el Fondo jugaron, negociaron, repartieron aciertos y errores hasta quedar ante la instancia final. ¡Ay como me cansa todo esto! Pero hay que continuar. El juego no termina nunca. El que presta plata no deja nunca de reclamar. Quien recibe dinero prestado pone alma y cuerpo y no alcanza, no puede nunca devolver con interés los favores del prestamista. Entonces, hay que ir a los penales, cruzar los dedos. Es el pueblo contra los oligarcas del dinero. Pero alguien se acuerda de una derrota de los del Fondo? ¿Saben lo que significa perder?
¿Qué pasa? ¿La historia no terminó? No señores, siempre hay otra vuelta, siempre aparece en el horizonte otro Fondo. ¿Usted pensó que por haber ganado un partido ganó la guerra. Siempre aparece otro Fondo para plantear una pelea. ¿Cómo será la próxima contienda? A ver si el Fondo no se disfaza de amigo para distraerte. En todo caso, se sabe que ante cualquier traspié temporario el Fondo sabrá cómo ubicarse en el Fondo para convertir su pérdida en victoria, en coronación. ¿Es siempre la misma historia? El tiempo dirá, como dicen los metafísicos de las finanzas.
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