¿Cuánto tiempo necesita una persona
para recuperarse de una situación morbosa? Imposible saber. Guido Ignacio Montaya
Carlotto es un joven músico de 35 años, hijo de Laura Estela Carlotto,
secuestrada y desaparecida en 1977 durante la sangrienta dictadura militar en Argentina.
Hasta pocos días llevaba una vida normal en una municipalidad en la provincia
de Buenos Aires, Argentina. Estaba
tocando el piano cuando recibió una llamada. Era de su tía, Claudia Carlotto,
titular de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi), para contarle
el resultado de su análisis genético. Su madre fue secuestrada por la dictadura
que ensangrentó al país entre 1976 y 1983.
Ahora está en el proceso de recuperar su
identidad y en una conferencia de prensa trató de organizar sus sensaciones.
Todos lo tutearon. Micrófonos y cámaras por todos lados. Abuelas. Bisnietos. Su
abuela, Estela Carlotto. Gritos. Voces piden orden amablemente.
Apenas dos días antes supo que su
madre lo parió mientras estaba secuestrada. ¿Cómo entender eso? De repente
sabía que era hijo de Laura Carlotto y Walmir Oscar Montoya, que nació en el
Hospital Militar Central o tal vez en el Penal de Olmos, que los secuestradores
lo quitaron de los brazos de su madre apenas horas luego del parto: lo sacaron
con una mentira, entregarlo a su familia. Creció en Olavarría con la familia
Hurban y se hizo músico.
¿Y el nombre? Ignacio durante 36 años
y ahora Guido. Estaba convulsionado. Era el nieto 114, ciento catorce nietos
que la dictadura quitó de sus madres secuestradas. Y la búsqueda continua. “Es
maravilloso y mágico,” llegó a decir, “que esto que me pasa a mí sirva para
potenciar la búsqueda. Que todos entendamos la importancia de cerrar estas
heridas.”
Su abuela, Estela Carlotto, es
presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo y ha buscado su nieto incansablemente
desde el secuestro de su hija. Poco a poco las abuelas y las madres formaron
una muralla de protesta y de búsqueda a raíz de las más de 30.000 personas
desaparecidas por la dictadura.
En Argentina se ha tomado como un
deber buscar y encontrar los hijos de las personas desaparecidas, como también
el juicio y castigo a los responsables de semejantes aberraciones. Los
militares tomaron el poder con el claro respaldo de sectores económicos y
políticos y con la satisfacción de un mundo que todavía hacía división entre
comunistas y anti-comunistas, en un mundo bi-polar. La represión si bien
obedecía a un plan de liquidar a los rebeldes, colocaba en la misma red
negociantes, religiosos, sindicalistas, deportistas, y personas en amplios
sectores de la sociedad. El terror se instaló en el poder hasta tal punto que robaron los bebés a las madres presas para entregarles a familias de confianza del régimen.
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