La
más sangrienta dictadura en la historia de Argentina terminó hace 30 años, el
10 de diciembre, 1983, con un colorido festejo en Plaza de Mayo; hoy el país
celebra haber mantenido la vigencia de la constitución durante el período más
largo desde la declaración de Independencia en 1816, con un trasfondo de
huelgas de policías en numerosas provincias y saqueos durante los cuales ha
habido dos muertos.
Hubo un llamativo contraste entre las expresiones de alegría en la Plaza de Mayo bajo el eslogan "Democracia para siempre," con cantos, baile, comida y optimismo y afuera de Buenos Aires la todavía no apagada revuelta de policías en 14 provincias--nueve muertos en enfrentamientos y, según la Confederación Argentina de la Empresa casi 2.000 negocios saqueados.
"Las cosas andan mal," decía un joven treintañero en la Plaza, "pero estoy aquí porque creo en la democracia, quiero vivir en democracia." La cantante Teresa Parodi, que participó en los festejos, agregó algo similar: "Estoy aquí para decir que quiero vivir en democracia." La presidenta Cristina Fernández de Kirchner, recién recuperada de una operación, habló en el Museo del Bicentenario: "No soy ingenua, no creo en las casualidades, tampoco creo en los hechos que se producen por contagio. Por contagio son las paperas, la varicela o la rubeola, pero algunas cosas que pasan en la Argentina y algunas cosas que pasan en determinadas fechas y con determinados protagonistas no son por contagio, son por planificación y ejecución con precisión quirúrgica."
Efectivamente cuesta creer que estallidos en 14 provincias, provocados por huelgas y reclamos salariales de policías, podían haber sido espontáneos o el resultado de "contagio," en la interpretación de voceros de la oposición. Lo cierto es que los sueldo de los agentes en muchas provincias habían quedado sumamente retrasados, una invitación a la corrupción. La justicia investiga denuncias sobre el fomento de llamadas "zonas liberadas" en las cuales saqueadores actuaban con impunidad.
Hubo un llamativo contraste entre las expresiones de alegría en la Plaza de Mayo bajo el eslogan "Democracia para siempre," con cantos, baile, comida y optimismo y afuera de Buenos Aires la todavía no apagada revuelta de policías en 14 provincias--nueve muertos en enfrentamientos y, según la Confederación Argentina de la Empresa casi 2.000 negocios saqueados.
"Las cosas andan mal," decía un joven treintañero en la Plaza, "pero estoy aquí porque creo en la democracia, quiero vivir en democracia." La cantante Teresa Parodi, que participó en los festejos, agregó algo similar: "Estoy aquí para decir que quiero vivir en democracia." La presidenta Cristina Fernández de Kirchner, recién recuperada de una operación, habló en el Museo del Bicentenario: "No soy ingenua, no creo en las casualidades, tampoco creo en los hechos que se producen por contagio. Por contagio son las paperas, la varicela o la rubeola, pero algunas cosas que pasan en la Argentina y algunas cosas que pasan en determinadas fechas y con determinados protagonistas no son por contagio, son por planificación y ejecución con precisión quirúrgica."
Efectivamente cuesta creer que estallidos en 14 provincias, provocados por huelgas y reclamos salariales de policías, podían haber sido espontáneos o el resultado de "contagio," en la interpretación de voceros de la oposición. Lo cierto es que los sueldo de los agentes en muchas provincias habían quedado sumamente retrasados, una invitación a la corrupción. La justicia investiga denuncias sobre el fomento de llamadas "zonas liberadas" en las cuales saqueadores actuaban con impunidad.
Antes de los festejos por los 30 años de democracia una encuesta indicó que la democracia es percibida como el mejor sistema de gobierno por 9 de 10
argentinos; la Consultora Ibarómetro informó también que 6 de 10 personas
piensan que la democracia está sólida en el país. Pero: ¿De qué estamos
hablando cuando usamos el término “democracia?”
Proviene de los vocablos demos (pueblo
en griego antiguo) y kratós (poder o gobierno). Hoy se dice que un país es “democrático”
si tiene un sistema que permite organizar el conjunto de tal forma que el poder
no radica en una sola persona, sino que se distribuye entre todos los
ciudadanos, permitiendo la toma de decisiones por la mayoría.
¿Es realmente así? El poder tiene
varios canales de expresión—el poder ejecutivo, judicial y legislativo. Pero
además estudiosos del tema insisten en otro poder: la prensa y los medios de
comunicación. Se podría agregar otro: las agencias de publicidad y las
consultoras de opinión. De a poco en América Latina--luego de las dictaduras de la década de 1970-80 y el regreso a la democracia--los policías van tomando un papel fuerte en la agitación social que sacude el continente.
Cada país “democrático” tiene sus
reglas. A veces la elección de los representantes es directa; otras veces
indirecta. El poder legislativo se divide comúnmente entre un senado o una
cámara similar con un determinado número de senadores elegidos por cada
provincia y una cámara de diputados cuyos miembros son elegidos mediante un
sistema de porcentajes.
Los políticos llegan a sus cargos
generalmente gracias a su pertenencia a partidos políticos. Si bien en el
pasado los partidos políticos se identificaban según una ideología definida,
hoy resulta cada vez más difícil identificar la ideología de los partidos y eso
hace que un político puede cambiar sus valores una vez en el poder. En Argentina los dos partidos más fuertes--el peronismo y el radicalismo--están divididos en la conveniencia o no de apoyar el progresismo peronista de la Presidenta.
Lo que tiende a confundir al ciudadano no
demasiado estudioso del sistema democrático es justamente las fusiones y
recambios de valores de los políticos, debido a las tácticas empleadas para
llegar al poder.
Un político de derecha tradicionalmente
defiende el sistema económico conocido como el “liberalismo” que intenta
reducir el rol del Estado en favor de las empresas privadas. Asimismo la derecha se opone al aborto, al matrimonio para homosexuales y generalmente toman a Washington o Europa como modelos políticos y económicos. Pero para ganar
una elección (con la ayuda de una consultora) un político de derecha puede hablar de cómo va a ayudar
a los pobres. Asimismo, un político “progresista” (que en Argentina puede
significar un sector del peronismo, el socialismo, el radicalismo, o la llamada
izquierda democrática) puede adoptar la misma táctica pero al revés y aceptar
hacer concesiones a las empresas privadas.
Otro factor clave es la influencia de
quienes ostentan el poder real, por ejemplo grandes latifundistas, empresas de petróleo,
bancos, importadoras y exportadoras, etc. ¿Qué puede suceder si un gobierno,
por ejemplo, no permite que las empresas multinacionales remitan sus ganancias
a sus sedes en el exterior?
Si la mayor parte de los ciudadanos
reciben su información de los medios masivos de comunicación controlados por sectores
económicos o políticos determinados, habría que ver hasta qué punto sus
opiniones no reflejan los medios que leen, escuchan o ven.
El ciudadano en una democracia tiene
garantizado el derecho de protestar y manifestarse en la vía pública por algo
que le parece injusto pero también existe la posibilidad de manipular su
opinión por medios gremiales, políticos y/o “infiltrados” representando algún
sector de interés. La constitución defiende el derecho de los ciudadanos a salir a la calle y protestar; pero robar y saquear negocios es claramente un crimen.
Uno de los mejores logros de la democracia argentina son los juicios contra los genocidas de la Junta Militar. Pero la defensa de los derechos humanos es un camino largo y arduo, como son también la protección de los derechos de los pueblos originarios, las minorías étnicas, la discriminación en todas sus formas.
Uno de los mejores logros de la democracia argentina son los juicios contra los genocidas de la Junta Militar. Pero la defensa de los derechos humanos es un camino largo y arduo, como son también la protección de los derechos de los pueblos originarios, las minorías étnicas, la discriminación en todas sus formas.
A pesar de estas y otras debilidades
del sistema democrático, la gran mayoría de las personas consideran que con
todas sus fallas el sistema democrático es mejor que cualquier otra variante,
desde las dictaduras hasta las autocracias de diverso sello. Muchos
observadores también opinan que las sociedades deben siempre estar dispuestos a
investigar cómo ir mejorando la esencia del sistema democrático.
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