martes, 18 de agosto de 2015

Facundo Ramírez: el director del notable espectáculo "El asesino del sueño"


 “La música clásica fue prácticamente mi primer idioma,” dice Facundo Ramírez acomodándose en un sofá frente a un hermoso piano de cola. Pero el tema de la conversación con el periodista en realidad es teatro, la puesta de “El asesino del sueño.” Facundo, músico, actor y dramaturgo y director teatral, comenzó a tocar el piano con apenas cuatro años. Siete años después ya estaba estudiando harmonía y composición y el lenguaje de la música contemporánea. Poco después, a los 13 años agregó teatro a sus pasiones juveniles.
--Ahora la puesta de su versión de Macbeth parece llevar la clara influencia de su formación musical…
--Estoy muy orgulloso de la adaptación que hice por muchos motivos. Primero, no me aparto de la esencia. Uní varios personajes que a mí me parecían tener la misma raíz…pero creo que fui muy fiel…no está el hijo de Banquo sin embargo se nombran el hijo de Banquo. Pero a diferencia de las versiones que he visto, y he visto millones, yo opté por dejar el personaje de Hécate porque representa un rango superior a las brujas…me parece clave para la obra. Hécate dice a las brujas que el objeto que ellas decidieron poner como blanco de sus brujerías es aún peor que ellas, es decir Macbeth es un ser aún mucho peor que las consecuencias que pueden desatar el mundo de los no-vivos, de los muertos.
--En relación con la musicalidad de la puesta…
Desde muy chico cuando empecé a estudiar teatro la música fue de mucha utilidad para mí. A mí me seduce el teatro en verso por la musicalidad que tiene. Cuando yo estudio un texto y dirijo actores soy muy respetuoso, como en la música, de los signos de puntuación. Una coma es una coma,  como en la música un calderón es un calderón, un silencio, un punto seguido…En estos textos cuando uno comienza a prestarle profunda atención al mapa de la escritura, uno empieza a valorizar conceptos, uno empieza a generar suspensos, a potencializar ideas y a remarcar la musicalidad. Pero no se puede acentuarlo desde el exterior. Es decir, cuando uno hace Shakespeare la tentación es hacerse llevar por esas palabras extraordinarias pero lo único que se logra con eso es alejarse de la verdadera situación dramática.
--¿Qué hacer entonces?
El gran secreto es cómo actúo yo las situaciones dramáticas pero al mismo tiempo salvar esa belleza sonora de las palabras de Shakespeare. El tema es profundizar las situaciones dramáticas; entonces la musicalidad va a aparecer sola. Claro, si se hace un trabajo puntual con el texto.
--Se nota además en su espectáculo un cuidado particular a la dicción…
La nitidez es consecuencia del profundo acuerdo de todo el elenco en lo que queríamos contar, qué queríamos contar y cómo queríamos contarlo. Las obras de teatro son en principio material muerta, como las partituras de música. El tema es qué significa hoy día Macbeth para mí. ¿Más allá de sus méritos extraordinarios, cuál es el sentido de la obra? Sin lugar a dudas estamos hablando de una de las obras más geniales de la historia de teatro. ¿Pero qué significa para mí? ¿Cuál es el clima que yo quiero transmitir con este material? Yo creo que la claridad de la dicción es consecuencia de haber sido yo muy específico cuando convoqué a los actores. Les dije que vamos a remangarnos en un mundo de pesadillas. Siendo una obra tan obscura, tan perturbadora, una obra tan perturbada, en la cual la fiebre es el estado de la naturaleza, es un mundo de fiebre. Entonces no imaginé un diálogo normal entre dos personas; el material exige un estado de exaltación, de perturbación y de fiebre entre los actores. No pueden ser personajes que reflexionan acerca del crimen, de la fiebre, de la pugna de la noche con el día, de la falta de sueño. Entonces, yo les pedí a los actores que imaginen que se prenden las luces y ya está instalado el estado de fiebre. No es una cosa progresiva. El espectador entra y ya hay un mundo oxidado, dolorido, intoxicado, afiebrado, perturbado, de gente que no duerme. Imaginemos nosotros tres días sin dormir. En esta obra nadie duerme. Por eso puse como primer título “El asesino del sueño” porque la mitad están planeando cómo asesinar y la otra mitad no duerme por miedo a ser asesinados.
--¿Y ese estado de fiebre impone un estilo de actuación?
Siempre en teatro hay que poner el cuerpo pero si el mundo trágico no pasa primero por acá (golpea el pecho), sin no atraviesa el cuerpo del actor, si no pasa por las entrañas del actor, el mundo trágico no es posible porque el actor puede hacer todo el esfuerzo del mundo en colocar la furia en la garganta pero si esa fura no pasa por el pecho lo único que se escucha es el grito.  
--Además la acción se desarrolla en un espacio casi vacío…
Cada uno puede opinar lo que quiere sobre el espacio pero para mí no es vacío. Cuando yo concebí el espacio escénico de esta obra, imaginé un piso blanco, como un hueso, como una cosa seca, estéril. Tomando en cuenta también la relación entre Macbeth y ella, el hijo muerto que tuvieron, ese mundo en el cual no puede crecer nada…y después ese portón en el fondo que para mí es la puerta del infierno, las fauces del infierno. Con eso el espacio para mí ya está lleno. Cuando uno encuentra signos expresivos visuales en el espacio que son pocos pero que disparan la imaginación del espectador el espacio comienza a llenarse cada vez más. Uno no ve el asesinato de Duncan sin embargo es el asesinato que modifica la historia, Hay un antes y después. Y yo pensaba yo quiero que los muertos sean tangibles, que no se diga cómo se mató sino que el espectador se ve obligado a estar agobiado por la presencia de los muertos que van cayendo (en forma de muñecos desde el techo).
¿Su final parece reflejar su propia visión de la obra…?
Yo le pedí a Manual Vignau que hace el príncipe de Cumberland que asesine a Macduff. Eso en la obra no sucede. Hasta ahora creo que debo ser el primero que inventó que el príncipe de Cumberland mata a Macduff. Tiene que ver con la idea que yo tengo de la obra. Es una especie de vórtice de violencia que trae más violencia. No hay buena gente en esta obra. Mi mirada sobre el rey Duncan no es una mirada de un hombre probo, tampoco es Macduff una buena persona. Por eso la última imagen de la obra es la del príncipe de Cumberland avanzando hacia el espectador con un cuchillo. Porque el espiral de violencia va a seguir.
--Qué reflexión debe el espectador llevar a su casa después de ver “El asesino del suevo’”
Una reflexión que no es común, que tiene que ver con la posibilidad que ese mundo no sea tan lejos de nuestra propia visión humana. Me parece que es una clave. Me parece que el espectador del “Asesino del sueño” cuando vuelve a su casa, aunque no sea en un plano consiente, haya sido perturbado en sus fueros más íntimos por la posibilidad de verse reflejado en este espejo.

“El asesino del sueño”
Martes 20:30 horas en el Teatro del Abasto Humahuaca 3549


Web de Facundo Ramírez: http://www.myspace.com/facundoramirez

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